Cómo afrontar algunos conflictos emocionales

Algunas consideraciones sencillas en torno a las situaciones de conflicto personal.

A veces, necesitamos pararnos y salir, voluntariamente, de la rutina; dar un pequeño paseo por algún lugar tranquilo y, a ser posible, evocador, que nos suscite y haga aflorar un sentimiento de calma y sosiego.

Darnos, como aquél que dice, un pequeño respiro.

Y caminar pausadamente.

Pensar que a nuestro alrededor las cosas y las personas se mueven, y se nos muestran y nos solicitan que posemos con suavidad nuestra mirada en ellas. Vivirlas.

Sentir que los problemas son problemas porque tienen solución, si no ya no serían problemas y, claro, de éste tipo irresoluble sólo está el morirse.

En el camino, procurar pensar e intentar cambiar de perspectiva ante los conflictos en los que nos encontremos y situarnos en la manera como nos gustarían que otros se situasen con respecto a nosotros; y dar el paso, es decir, hacer, precisamente, aquello que queremos que nos hagan; sin complejos y si es necesario pedir disculpas cuantas veces sea necesario; con orgullo, con un orgullo cuajado de humanidad y una ejemplar confianza en la amistad sin condiciones ya que ésta lo será con mayor o menor intensidad en función del diálogo y la relación que se mantenga y se quiera; la dinámica misma de las relaciones generan y determinan el grado de amistad y las características de ella.

Y sentirlo, sobre todo, y sorprender con nuestra actitud a pesar de que no obtengamos el resultado deseado y la respuesta esperada pues lo que de verdad importa es que algo, fundamental, en nosotros está cambiando: nos estamos convirtiendo en personas bondadosas y atentas y libres para no depender en nuestras reacciones más que de nuestros principios.

Y hacerlo siendo capaces de entender y de construir, independientemente de la respuesta que obtengamos que, dicho sea de paso, siempre nos beneficiará mas por la sencilla razón de que nos estamos independizando y siendo protagonistas realmente de nuestras decisiones.

No reaccionamos sino que actuamos con autonomía y de acuerdo a nuestros principios.

Qué puedo hacer; qué me gustarían que, en un supuesto similar, hicieran conmigo; qué actitud está más de acorde con mis valores y con aquello que me permita ser mejor persona, libre y, a la vez, profundamente comprensiva y responsable.

Nunca la responsabilidad está en exclusiva en el otro lado.

Siempre hay algo a nuestro alcance y casi siempre la situación es, de una manera u otra, cosa de dos.

En prácticamente todas las situaciones de conflicto emocional, primero sentimos y luego justificamos con un rosario de razones la emoción suscitada y el correspondiente sentimiento surgido. Es más, cuando nos queramos dar cuenta, todo habrá rodado como una bola de nieve de manera que llegará un momento en el que el origen sea tan pequeño y tan prácticamente ridículo, que nos de una cierta vergüenza tropezarnos con su insignificancia agigantada.

Entonces, comprobamos cómo todo lo que ha ido ocurriendo después del momento inicial lo hemos enfocado desde ese prisma emocional en el que nos encontrábamos, y cada acción de la otra persona la interpretamos como la mayor de las maldades y malintencionadas actitudes. Cuando menos.

Sosegarse y sin miedos y sin soberbias, entender, pensar qué es para mi lo importante, y, con grandeza, resolver haciendo aquello que, precisamente, quisiera que la otra parte hiciera conmigo.

Este pequeño pero enorme paso, quizás se ve más complicado en conflictos enconados desde tiempo atrás, pero, nada está, en este sentido, carente de solución y, al fin y al cabo, se trata de romper, si se quiere, la dinámica, cambiar de lugar y construir otra perspectiva desde nosotros.

A veces, créeme, las cosas son más sencillas de lo que las hacemos.

Información tomada de http://www.imaginatevivir.es/textos/?logout=1

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